martes, 7 de enero de 2014

Europa aún acaba en los Cárpatos.

España lleva apenas treinta años en la Unión Europea, nos unimos al club cuando aún eramos la Europa de los 12 y donde los recién llegados ibéricos fuimos deslumbrados por el fasto de Bruselas y el mundo de oportunidades que se nos abría. Parece mentira que 30 años después olvidásemos el maldito “África empieza en los Pirineos” y ahora, algunos de nuestros políticos, tanto nacionales como europeos, esgrimen frases lapidarias parecidas sobre Rumanía y Bulgaria.




Hace apenas una semana que se ha cumplido la moratoria que pesaba sobre los trabajadores rumanos en la Unión Europea. Por esta decisión, los ciudadanos rumanos debían tener permiso de trabajo autorizado para poder vivir en España. Tras la derogación, ahora cualquier ciudadano rumano podrá permanecer en España sin necesidad de permiso de trabajo, tan sólo con su pasaporte.



Fuente: presseurop.es



Cárpatos, Pirineos, Balcanes; parece que la abundante geografía física de Europa le ha servido a algunos para durante siglos frenar al vecino y considerarlo inferior, trabarle en su desarrollo y establecerlo no como frontera física sino como frontera política. Y eso que ahora todos estamos en esa gran Unión de los 28.

Aduana entre Moldavia y Rumanía. Fuente: Finland Times


Pero no sólo España era parte de ese selecto y ambiguo club; Reino Unido, Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Malta y Austria restringieron el acceso de rumanos y búlgaros tras su adhesión a la UE.


Ahora ya somos todos amigos y europeos ,¿Se tratará igual a Croacia, a la que se presupone que en tres y cuatro años formará parte del Acuerdo de Schengen?. Realmente Schengen es el nombre que recibe una utopía porque sin él, cualquier ciudadano de la UE puede circular con su pasaporte sin níngun tipo de traba, Schengen es el tecnicismo para bloquear las fronteras exteriores de la Unión.

Niño durante una manifestación en Reino Unido.
Foto: Elmundo.es / Reuters


La respuesta es aún desconocida, pero igualmente, los Estados miembros de la Unión Europea tienen 7 años para aplicar una moratoria sobre los ciudadanos de los países recientemente adheridos, algunos países y gobiernos europeos temen un “efecto llamada” sobre sus fronteras, creen que al vencer la moratoria, decenas de miles de rumanos y búlgaros se cernirán sobre los programas sociales y sanitarios del país así como de bloquear el mercado de trabajo.


La Unión Europea, en los últimos años parece muy aficionada a echarse las manos a la cabeza, temblar cada vez que uno de los socios de la Unión aumenta sus capacidades de decisión dentro de la UE. Esta es la misma Unión Europea que aparte de las lógicas trabas de entrada para adaptarse a eso llamado “convergencia”, y una vez se llega, generalmente la económica, aparenta ser la única necesaria.


El temor de los conservadores británicos: Oleadas de inmigrantes.
Ciudadanas rumanas en el aeropuerto de Bucarest. Photograph: Bogdan Cristel/Reuters

Porque según van pasando las fechas, las trabas y las zancadillas se suceden, si no es Schengen es la zona Euro, si no, la libre circulación de trabajadores, si no una reformulación del Tratado de Amsterdam que no deja satisfecho a nadie. Y todo ello pasando por obviar diferencias demográficas entre unos países y otros. Al final parece que la Unión, sólo quiere un par de países más a los que exportar sus productos, importar mano de obra barata y cualificada y todo ello enmarcado en una cordial y franca amistad europea.


Esa Unión Europea que a veces se confunde con un enorme mercado de compra-venta, donde el intento de llegar a acuerdos sociales, fiscales o políticos de calado se hace imposible. Donde velar por el buen funcionamiento de las instituciones nacionales e internacionales pasa a un segundo plano nos plantea escenarios como el actual.


Este escenario es donde la postura de España se hace más cruel e incomprensible. Tras en 2009 permitir el acceso tanto a búlgaros y rumanos al sistema de trabajo español, en esos primeros coletazos de la crisis que algunos políticos no se atrevieron a nombrar, facilitaron la llegada de estos ciudadanos.

Dos años después, cuando la crisis ya era un hecho, el gobierno de Zapatero decidió ampliar la moratoria pero sólo a los ciudadanos rumanos.¿ Realmente era este ciudadano el culpable del paro y de la crisis en España, cómo para exigirles nuevos requisitos laborales? ¿Prescindir de ellos iba a lanzar la economía española y a potenciar trabajo para todos? A la vista de los datos del paro de los últimos cinco años está claro que no. Todo ello sin tener en cuenta que en ese momento la inmigración rumana se encontraba próxima a los 800.000 habitantes, el mayor colectivo de inmigrantes en España.

Trabajador rumano vendimiando. Fuente: Eldigitalcastillalamancha.es



Pero la infamia se consumó al negar la permanencia a los ciudadanos rumanos, a los que los impedimentos legales les complicaba aún más la situación. Mientras que en 2011, los búlgaros podían disfrutar del mismo estatus que en 2009, los rumanos vieron como eran metidos en un saco distinto. Las razones políticas argumentadas se basaban en el manido efecto llamada así como una mayor población rumana dispuesta a la inmigración, por el contrario, la población búlgara tanto en origen como la emigrada es notablemente menor que la rumana.

Que haya países de la Unión Europea con estas reticencias a la supuesta entrada masiva de inmigrantes no hace más que llamar al discurso del terror, asustando a unos ciudadanos nacionales que intentan capear el temporal y salir de la crisis. Mientras tanto, estos gobiernos como el británico o el holandés se visten con la enseña nacional, ondeando y proclamando a los cuatro vientos que nadie se apoderará de su estado del bienestar. Desde sus partidos les jalean y sus votantes duermen conformes, tranquilos, sabiendo que el inmigrante no le va a robar su hospital, su casa ni su plaza de aparcamiento.

Elaboración propia:  Fuente:

Es en estos momentos cuando además, los medios de comunicación debieran autoexigirse un comportamiento digno y evitar el alarmismo, desde la prensa británica nos llegan estos dos ejemplos.



La pena es que muchos de estos gobernantes son partidarios de doctrinas amigas del “América para los americanos”, la lástima es que cuando entramos en este club europeo, todos eramos amigos, las intenciones eran loables y francas. Crear un espacio único de convivencia europeo, económico, social, fiscal, político y judicial, con todas las características que queramos añadirle.



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Sólo que los egoísmos y la discriminación, en tiempos de crisis se acrecientan, infravaloramos al vecino, en sus capacidades y en sus deseos y sinceramente, no creo que así, nadie quiera formar parte de esta Unión Europea.

Lo que no sé es donde quedaran aquellos españoles que vieron como se les consideraba ciudadanos de segunda en 1986, que superaron todas las trabas habidas y por haber para incorporarse y hoy, casi 30 años después, miran con la misma cara de superioridad a los nuevos invitados a la fiesta, sin pensar que no hace tanto, nosotros fuimos esos mismos invitados.

Ahora solo cabe esperar, y de paso, mirar de nuevo hacia el este, donde Ucrania busca nuevos amigos, sinceramente, si mira a esta Europa, creo que debería pensarse mucho hacia donde orientarse. Turquía se encuentra igual.


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